miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bon soir - Amado Nervo

"¡Donc bon soir, mon mignon et a demain!"
( Palabras que Ana me dejó escritas una noche
en que tuvimos que separarnos.)

¡Buenas noches, mi amor, y hasta mañana!
Hasta mañana, sí, cuando amanezca,
y yo, después de cuarenta años
de incoherente soñar, abra y estriegue
los ojos del espíritu,
como quien ha dormido mucho, mucho,
y vaya lentamente despertando,
y, en una progresiva lucidez,
ate los cabos del ayer de mi alma
( antes de que la carne la ligara )
y del hoy prodigioso
en que habré de encontrarme, en este plano
en que ya nada es ilusión y todo
es verdad...
¡Buenas noches, amor mío,
buenas noches! Yo quedo en las tinieblas
y tú volaste hacia el amanecer...
¡Hasta mañana, amor, hasta mañana!
Porque, aun cuando el destino
acumulara lustro sobre lustro
de mi prisión por vida, son fugaces
esos lustros; sucédense los días
como rosarios, cuyas cuentas magnas
son los domingos...
Son los domingos, en que, con mis flores
voy invariablemente al cementerio
donde yacen tus formas adoradas.
¿Cuántos ramos de flores
he llevado a la tumba? No lo sé.
¿Cuántos he de llevar? Tal vez ya pocos.
¡Tal vez ya pocos! ¡Oh, que perspectiva
deliciosa!
¡Quizás el carcelero
se acerca con sus llaves resonantes
a abrir mi calabozo para siempre!
¿Es por ventura el eco de sus pasos
el que se oye, a través de la ventana,
avanzar por los quietos corredores?
¡Buenas noches, amor de mis amores!
Hasta luego, tal vez..., o hasta mañana.

Elegio de la lectura y la ficción. Parte 1

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.
Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.

Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.

La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

Fragmento del discurso de aceptación del premio Nobel de la Literatura. Mario Vargas Llosa.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Coreografía - Mía Gallegos

En fin
que no he vivido nada.
No sé qué cosa es una guerra
y tengo como prisión al cuerpo
y alma como campo de batalla.

Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es situarse en el palco de los espectadores,
o estar
en cada íntimo instante del milagro.

Vivo de pedacitos,
pero aspiro a la totalidad,
es decir a Mozart y al poema que me redima
y me revele los espacios absolutos
y la nada.

Percibo de mí
los sitios más secretos:
la culpa,
una tercera conciencia de las cosas,
la dualidad del pensamiento,
la ira pequeña
por lo que ya ocurrió.
Pero he vivido poco. Treinta años.
Dos amores de piel
y un querer abandonar
esta espera que me señala la vida.

Anhelo la anarquía,
el más tierno desorden del amor,
la cábala
los relojes de arena y una habitación sencilla.

Pero vengo de soledades últimas,
de conversaciones que nunca concluyeron,
de espejos que me miraron desde la infancia hasta ahora,
de abandonados armarios de caoba que fueron
de tías o de abuelas remotísimas.

Cuán poco he vivido.
No conozco la guerra. Y tampoco la paz.
Me duele la orfandad,
el desarraigo,
el sentirme extranjera en cualquier sitio,
el no pertenecer
a una familia o a una patria.

No puedo narrar una batalla;
ni hablar del hambre y de la peste,
ni escribir la canción de algún soldado herido,
ni hablar de mujer violada,
ni decir cómo es un cementerio después de una llovizna.

Pero anhelo decir en el poema
que la vida me conmueve,
que respiro mejor cuando me entrego,
que necesito amar de la manera más simple y primitiva.
Me gusta la paz y la defiendo
y la guerra cuando es justa,
y el sabor de las mandarinas cuando llega el verano,
que me gusta ser una y arraigarme en el cosmos,
y sentir que mi vida palpita al mismo tiempo que la vida,
aunque no haya vivido,
aunque mi hambre sea de infinito,
aunque no sepa expresar
que por alguna razón precisa estoy aquí,
a punto de vencer,
a punto de morir,
de vivir.

Travesuras de la niña mala - Mario Vargas Llosa

-Desde que tenía uso de razón soñaba con vivir en París. Probablemente fue culpa de mi papá, de esos libros de Paul Féval, Julio Verne, Alejandro Dumas y tantos otros que me hizo leer antes de matarse en el accidente que me dejó huérfano. Esas novelas me llenaron la cabeza de aventuras y me convencieron de que en Francia la vida era más rica, más alegre, más hermosa y más todo que en cualquier otra parte (…).

-¿Eso es lo que quieres ser en la vida? ¿Nada más que eso? Todos los que vienen a París aspiran a ser pintores, escritores, músicos, actores, directores de teatro, a hacer un doctorado o la revolución. ¿Tú sólo quieres eso, vivir en París? Nunca me lo he tragado, viejito, te confieso.
-Ya sé que no. Pero, es la pura verdad, Paúl. De chiquito, decía que quería ser diplomático, pero era sólo para que me mandaran a París. Eso es lo que quiero: vivir aquí. ¿Te parece poco?
Le señalé los árboles del Luxemburgo: cargados de verdura, desbordaban las rejas del jardín y lucían airosos bajo el cielo encapotado. ¿No era lo mejor que podía pasarle a una persona? ¿Vivir, como en el verso de Vallejo, entre «los frondosos castaños de París»?
-Reconoce que escribes poesías a escondidas –insistió Paúl-. Que es tu vicio secreto. Muchas veces hemos hablado de eso, con otros peruanos. Todos creen que escribes y que no te atreves a confesarlo por tu espíritu autocrítico. O por timidez. Todos los sudamericanos vienen a París a hacer grandes cosas. ¿Quieres hacerme creer que tú eres la excepción a la regla?
-Te juro que lo soy, Paúl. No tengo más ambiciones que seguir aquí, como ahora.


Fragmento del libro: Travesuras de la niña mala

sábado, 18 de diciembre de 2010

El hombre en busca de sentido - Viktor Frankl

La Historia nos brindó la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Quién es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas, pero también es el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.

Extracto del libro El hombre en busca de sentido

lunes, 13 de diciembre de 2010

Mark Twain: El escritor

Para muchos Mark Twain es sinónimo de novelas juveniles y largas tardes de agosto, pero lo cierto es que el escritor de Misuri está considerado uno de los más importantes de la literatura estadounidense. Twain, seudónimo de Samuel L. Clemens (1835-1910), ya fue popular cuando estaba vivo (algo que entonces experimentaban muy pocos) y supo retratar —y criticar— como nadie las injusticias de su época y de su tierra, el sur de EEUU: el racismo, la segregación, el maltrato, el odio, los excesos…

El autor, considerado el Charles Dickens del nuevo mundo, fue maestro de maestros. Buena prueba de ello son los elogios de escritores que supusieron tanto para el siglo XX como William Faulkner, Norman Mailer o Ernest Hemingway. «Fue el primer escritor verdaderamente americano y todos nosotros somos sus herederos», dijo el autor de 'Luz de agosto' o 'Mientras agonizo', sureño como Twain y tan curtido como reportero como lo estuvo su antecesor. Para Mailer «la prueba de lo buena que es 'Huckleberry Finn' es que puede ser comparada con las mejores novelas modernas». Algo que compartió el escritor de '¿Por quién doblan las campanas?': «Toda la literatura moderna americana procede de un sólo libro de Mark Twain titulado 'Huckleberry Finn'. Todos los textos estadounidenses proceden de este libro. No hubo nada antes. No ha habido algo tan bueno desde entonces».

Aunque con su habitual ironía, Twain aseguró que «un clásico es alguien a quien todo el mundo querría haber leído pero que nadie quiere leer», Huckleberry, el espíritu libre que acompañó a Tom Sawyer y ayudó a escapar al negro Jim, nos muestra las miserias humanas sin reparar en remilgos absurdos. Aunque acaben en la moraleja que la conciencia de Twain imprimió a su vida. Sus personajes no tienen la misión divina de buscar la justicia y seguir el camino recto; son criaturas y por ello sienten envidia, ira y quieren, como fin último, salvar su cuello. Así lo expresó en 'Los inocentes en el extranjero', el libro de viajes que salió de su periplo por Europa y los territorios palestinos: «Y así va el mundo. Hay veces que deseo que Noé y su comitiva hubiesen perdido el barco». No confía en los humanos, pero espera poder hacerlo.

Sus vivencias marcaron sus escritos. La infancia de niño enfermo y la pérdida de su padre labró sus inicios. Su trabajo como práctico de un vapor del Misisipí, su labor como reportero del periódico de su hermano, la Guerra de Secesión, los éxitos, sus viajes, la pérdida de su esposa y de tres de su cuatro hijos, su riqueza y su ruina. Un recorrido vital que fue afianzando su vena más sarcástica y que rozó con la amargura. Su legado más ácido llegó después de su muerte. Los albaceas publicaron de forma póstuma su autobiografía y los textos más críticos que muestran su tormento: hasta 1946 no vieron la luz 'Cartas desde la Tierra', en las que el propio Satanás se plantea la relación entre Dios y los hombres. «Ellos rezan por ayuda y favor y protección cada día; y lo hacen con confianza a pesar de que ninguna oración ha sido jamás contestada».

Especial del periódico El País. El artículo fue escrito por Virginia Hernández.
http://www.elmundo.es/especiales/2010/04/cultura/mark_twain/escritor.html

sábado, 11 de diciembre de 2010

Si has de amarme que sea solamente... - Elizabeth Barret Browning

Si has de amarme que sea solamente
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, el modo
de hablar o por un rasgo de carácter

que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere.

No me quieras tampoco por las lágrimas
que compasivo enjugas en mi rostro...
¡Porque puedo olvidarme de llorar

gracias a ti, y así perder tu amor!
Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que dure amor eternamente.

Versión de Carlos Pujol

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Poema #12 - Pablo Neruda

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

Del libro "Veinte poemas de amor y una canción desesperada"

jueves, 4 de noviembre de 2010

Constancia

Tú reinas en mi pecho;

No te receles;
Que no ha de reinar nadie
Donde tú reines.

Desecha todo temor;
Vive alegre y placentero;
Que el que fue primer amor
Siempre ha sido verdadero.

Amor mío, no pierdas
Las esperanzas,
Que en el pozo más hondo
La soga alcanza.


Fragmento del libro Cantos populares españoles

lunes, 25 de octubre de 2010

El remordimiento - Jorge Luis Borges

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Diarios de Adán y Eva

Adam and Eve by Titian
MIERCOLES: He tenido unos días muy movidos. Escapé esa noche y cabalgué a galope rendido toda la noche esperando salir del Jardín y esconderme en algún otro país antes de que sobreviniera el desastre, pero no pudo ser. Aproximadamente una hora después de la salida del sol, cuando cabalgaba por una pradera llena de flores donde miles de animales pastaban, dormitaban o jugaban unos con otros a su gusto, de repente, estallaron en una tempestad de espantosos rugidos y al momento una frenética conmoción dominaba la llanura y codas las bestias se estaban destruyendo unas a otras. Sabia lo que aquello significaba... Eva había comido la fruta y la muerte había entrado en el mundo... Los tigres devoraron a mi caballo sin hacerme caso cuando les ordené que desistieran y me hubieran devorado a mí de haberme quedado, lo que no hice... Encontré este lugar, fuera del Jardín, y estuve bastan te cómodo unos cuantos días, pero me ha descubierto. Me ha encontrado y ha llamado al lugar Tonawanda... dice que parece Tonawanda.

En realidad no lamenté que viniera porque aquí no hay más que pobres desechos y ella trajo algunas de esas manzanas. Me vi obligado a comerlas, reñía tanta hambre. Iba contra mis principios, pero veo que los principios no tienen verdadera fuerza salvo cuando uno está bien alimentado... Llegó envuelta en ramas y ramilletes de hojas, y cuando le pregunté qué significaba tamaña roncería y se las quité y las tiré al suelo le dio la risa y se ruborizó. Nunca había visto a nadie soltar esas risitas y ruborizarse, y me pareció indecoroso y estúpido. Dijo que pronto sabría por mí mismo lo que era. Estaba en lo cierto. Hambriento como estaba dejé la manzana a medio comer -sin duda la mejor que he visto jamás, habida cuenta de lo tardío de la estación- y me atavié con las ramas y los ramilletes tirados y luego la hablé con cierta severidad y le ordené que fuera por más y no diera el espectáculo. Así lo hizo y después bajamos sigilosamente hasta donde había tenido lugar la batalla de las bestias salvajes y recogimos algunas pieles y le hice confeccionar con los retazos un par de trajes adecuados para los actos públicos. Son incómodos, es cierto, pero están a la moda y eso es lo más importante de los vestidos... Noto que me hace mucha compañía. Veo que sin ella me encontraría solo y deprimido ahora que he perdido mi propiedad. Otra cosa, dice que en adelante tendremos que trabajar para ganarnos el sustento. Me será muy útil. Yo supervisaré.

Fragmento del libro "Diarios de Adán y Eva" escrito por Mark Twain

lunes, 6 de septiembre de 2010

Las aventuras de Tom Sawyer - Mark Twain

¿Qué vas a hacer tú con lo tuyo, Tom?
-Me voy a comprar otro tambor, y una espada de verdad, y una corbata colorada, y me voy a casar.
-¡Casarte!
-Eso es.
-Tom, tú..., tú has perdido la chaveta.
-Espera y verás.
-Pues es la cosa más tonta que puedes hacer, Tom. Mira a papá y a mi madre. ¿Pegarse?... ¡Nunca hacían otra cosa! Me acuerdo muy bien.
-Eso no quiere decir nada. La novia con quien voy a casarme no es de las que se pegan.
-A mí me parece que todas son iguales, Tom. Todas le tratan a uno a patadas. Más vale que lo pienses antes. Es lo mejor que puedes hacer. ¿Y cómo se llama la chica?
-No es una chica..., es una niña.
-Es lo mismo, se me figura. Unos dicen chica, otros dicen niña... y todos puede que tengan razón. Pero
¿Cómo se llama?
-Ya te lo diré más adelante; ahora no.
-Bueno, pues déjalo. Lo único que hay es que si te casas me voy a quedar más solo que nunca.
-No, no te quedarás; te vendrás a vivir conmigo. Ahora, a levantarnos y vamos a cavar.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde

-Quédate, nunca tocaste tan bien como esta noche. Había algo prodigioso en tu manera de herir las notas. A todo le has dado una expresión que no te conocía antes.

-Es porque voy a ser bueno –respondió sonriendo-. Ya he cambiado un poco.

-Tú no puedes cambiar para mí Dorian –dijo lord Henry-. Tú y yo seremos siempre amigos.

-Y sin embargo, tú me envenenaste en ocasión vez con un libro. Eso nunca lo perdonaré. Harry, prométeme que nunca volverás a prestar ese libro a nadie. ¡Hace daño!

-Querido, en realidad ya estás comenzando a moralizar. Pronto irás a reunirte con los conversos y los predicadores. Advirtiendo y amonestando a las gentes contra todos los pecados de los cuales tú ya estás harto. Eres demasiado hermoso para hacer semejante cosa. Además sería inútil. Tú y yo somos lo que somos, y seremos lo que hayamos de ser. En cuanto a eso de ser envenenado por un libro, no es cierto. El arte no influye sobre las acciones. Más bien aniquila el deseo de actuar es magníficamente estéril. Los libros que el mundo llama inmorales, son aquellos que exhiben a ese mundo su propia vergüenza. Eso es todo. Pero no vamos a discutir sobre literatura. Vuelve mañana. Voy a dar una vuelta a caballo a eso de las once.


Extracto del capítulo 11 del libro El retrato de Dorian Gray.

domingo, 8 de agosto de 2010

Presencia de ánimo - Oscar Wilde

Mi joven amigo el actor interpretaba el papel principal de una obra extremadamente popular. Durante meses no había quedado una sola localidad libre en el teatro, y en el momento mismo de la representación las colas para la platea y la galería se extendían varias millas; de hecho, llegaban hasta Hammersmith (aunque debo agregar que la obra se representaba en Hammersmith).

Una noche, durante la representación, en el terriblemente tenso momento en que la pobre florista rechaza con desdén las detestables propuestas del malvado marqués, una enorme nube de humo se extendió por los costados del escenario, que fue sitiado por grandes lenguas de fuego.

Aunque el telón descendió de inmediato, el público estaba aterrorizado y se precipitó hacia la salida. Se desató un pánico horroroso: los hombres comenzaron a gritar y a empujar, las mujeres daban alaridos y se tiraban de las ropas. Había el grave riesgo de que varios espectadores murieran pisoteados y, de hecho, algunas faldas se ensuciaron y varias camisas de vestir quedaron arrugadas.

En el clímax del estruendo apareció por la puerta de la orquesta mi joven amigo el actor -que en la obra ama y es amado por la florista-, contempló la situación de un vistazo y trepó al escenario. Allí parado, ante el telón de hierro, erguido, con la mirada destellante y el brazo levantado, ordenó que se hiciera el silencio con una voz que resonó en todo el teatro, como una trompeta. El público conocía bien esa voz y se sintió reconfortado: el pánico remitió de inmediato.

Les dijo entonces que el fuego ya no era peligroso, que ahora estaba bajo control. Sin embargo, explicó, el miedo de todos constituía un peligro muy real y, dado que sus vidas dependían de que mantuvieran la calma, era necesario que regresaran de inmediato a sus asientos.

Todos hicieron lo que se les dijo, sintiéndose muy avergonzados. Y cuando las salidas quedaron despejadas y todos los asientos fueron ocupados de nuevo, el actor dio un ligero salto sobre las candilejas, alcanzó la platea y se esfumó por la primera puerta a su alcance. Entonces el humo saturó el auditorio, las llamas irrumpieron a cada lado y ninguna otra alma salió con vida del lugar.

Es así como podemos apreciar la utilidad de la presencia de ánimo.

Oda a un ruiseñor - John Keats

Awakening of Adonis - John William Waterhouse
1.
Me duele el corazón y un pesado letargo
aflige a mis sentidos, tal si hubiera bebido
cicuta o apurado un opiato hace sólo
un instante y me hubiera sumido en el Leteo:
y esto no es porque tenga envidia de tu suerte,
sino porque feliz me siento con tu dicha
cuando, ligera dríade alada de los árboles,
en algún melodioso lugar de verdes hayas
e innumerables sombras
brota en el estío tu canto enajenado.

2.
¡Oh, si un trago de vino largo tiempo enfriado
en las profundas cuevas de la tierra
que supiera a Flora y a la verde campiña,
canciones provenzales, sol, danza y regocijo;
oh, si una copa de caliente sur,
llena de la mismísima, ruborosa Hipocrene,
ensartadas burbujas titilando en los bordes,
purpúrea la boca: si pudiera beber
y abandonar el mundo inadvertido
y junto a ti perderme por el oscuro bosque!

3.
Perderme a lo lejos, deshacerme, olvidar
que entre las hojas tú nunca has conocido
la inquietud, el cansancio y la fiebre
aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan
y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,
donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,
donde aun el pensamiento se llena de tristeza
y de desesperanzas, donde ni la Belleza
puede salvaguardar sus luminosos ojos
por los que el nuevo amor perece sin mañana.

4.
¡Lejos! ¡Muy lejos! He de volar hacia ti.
No me conducirán leopardos de Baco
sino unas invisibles y poéticas alas;
aunque torpe y confusa se retrase mi mente:
¡ya estoy contigo! Suave es la noche
y tal vez en su trono aparezca la luna
circundada de mágicas estrellas.
Pero aquí no hay luz, salvo la que acompaña
desde el cielo el soplo de la brisa cruzando
el oscuro verdor y veredas de musgo.

5.
No puedo ver qué flores hay a mis pies
ni el blando incienso suspendido en las ramas,
pero en la embalsamada oscuridad presiento
cada uno de los dones con los que la estación
dota a la hierba, los árboles silvestres, la espesura:
pastoril eglantina y blanco espino,
violetas marcesibles recubiertas de hojas
y el primer nuevo brote de mediados de mayo,
la rosa del almizcle rociada de vino,
morada rumorosa de moscas en verano.

6.
A oscuras escucho. Y en más de una ocasión
he amado el alivio que depara la muerte
invocándola con ternura en versos meditados
para que disipara en el aire mi aliento.
Ahora más que nunca morir parece dulce,
dejar de existir sin pena a medianoche
¡mientras se te derrama afuera el alma
en semejante éxtasis! Seguiría tu canto
y te habría escuchado yo en vano:
a tu requiem conviene un pedazo de tierra.

7.
¡No conoces la muerte, Pájaro inmortal!
No te hollará caído generación hambrienta.
La voz que ahora escucho mientras pasa la noche
fue oída en otros tiempos por reyes y bufones;
tal vez fuera este mismo canto el que una senda
encontró en el triste corazón de Ruth, cuando
enferma de añoranza, se sumía en el llanto
rodeada de trigos extranjeros,
la misma que otras veces ha encantado mágicas
ventanas que se abren a peligrosos mares
en prodigiosas tierras ya olvidadas.

8.
¡Olvidadas! El mismo tañer de esta palabra
me devuelve, ya lejos de ti, a mi soledad.
¡Adiós! La Fantasía no consigue engañarnos
tanto, duende falaz, como dice la fama.
¡Adiós! Tu lastimero himno se desvanece
al pasar por los prados vecinos, el tranquilo
arroyo y la colina; ahora es enterrado
en los calveros del cercano valle.
¿He soñado despierto o ha sido una visión?
Ha volado la música. ¿Estoy despierto o duermo?

miércoles, 4 de agosto de 2010

Hazme instrumento de tu paz - San Agustín

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

lunes, 2 de agosto de 2010

Carta de don Quijote a Dulcinea

Soberana y alta señora:

El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte,

El caballero de la triste figura

Fragmento del libro "El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha"

sábado, 31 de julio de 2010

No soy de aquí ni soy de allá - Facundo Cabral

Me gusta el sol, Ana y las palomas,
el buen cigarro y la guitarra española,
saltar paredes y abrir las ventanas
y cuando llora una mujer.


Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés.


No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad.



Me gusta estar tirado siempre en la arena

o en bicicleta perseguir a cualquiera
o todo el tiempo para ver las estrellas,
si es posible con Paloma San Basilio en el trigal.


No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad

jueves, 29 de julio de 2010

La Saeta - Antonio Machado

¿Quien me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

domingo, 25 de julio de 2010

Te quiero - Facundo Cabral

Te dije, te digo y te diré, porque, el amor es para siempre.

Te digo por ejemplo:
Te quiero ahora que hace calor,
Y ayer que llovía.
En las mañanas nubladas,
Y en las noches abiertas,
Te quiero
Te quiero de pie, tendida,
Dormida y despierta.

Te quiero a la una, a las dos a las tres,
Y a las siempre.

Te quiero,
Te quiero en la casa y te quiero en el camino,
Te quiero después, antes y ahora mismo,
Te quiero,
Te quiero porque me quieres,
Y toda tu me lo gritas,

Te quiero porque en ti comienzo y termino,
Te quiero porque nos encontramos y nos perdemos uno en el otro.
Digamos que te quiero con todos los que soy incluyéndome a mí mismo.

Aunque tu sabes mi amor que cuando digo te quiero, es Dios que te embellece a través del amor y yo soy el encargado de tan bella tarea, es decir que cada vez que yo te digo Te quiero, Él te dice “Te quiero”

viernes, 23 de julio de 2010

Ensueño - Emily Dickenson

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Versión de Carlos López Narváez

miércoles, 21 de julio de 2010

El Retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde

Después de una pausa, lord Henry sacó su reloj.
-Tengo que irme, Basilio -murmuró-; pero antes querría que respondieses a la pregunta que te hice.
-¿Qué pregunta? –dijo el pintor con los ojos fijos en la tierra.
-Ya sabes cuál…
-No, Henry.
-Bueno, voy a repetírtela. Es necesario que me expliques por qué no quieres exponer el retrato de Dorian Gray. Deseo conocer la verdadera razón.
-Ya te la he dicho.
-¡No! Me habías dicho que era porque había demasiado de ti mismo en ese retrato. Esto es infantil.
-Henry –dijo Basilio Hallward mirándole a los ojos-, todo retrato pintado sinceramente es un modelo del artista, no del modelo. El modelo es sólo el accidente, el motivo. No es a él a quien revela el pintor: quien se revela sobre la tela, más bien es el pintor. ¡La razón por la cual no exhibiré ese retrato está en el terror que tengo de mostrar por él el secreto de mi alma!
Lord Henry se echó a reír...
-¿Y cuál es?
-Te lo diré respondió Hallward con rostro sombrío.
-Soy todo oídos, Basilio –respondió su compañero.
-Harry, es poco lo que hay que decir –replicó el pintor-, y creo en realidad que no lo comprenderás. Quizá apenas lo creas.
Lord Henry sonrió; inclinándose, cogió de la hierba una margarita de pétalos blancos, y examinándola:
-Estoy seguro que lo comprenderé –dijo, mirando atentamente el pequeño disco dorado circundado de blancos pétalos-, y en cuanto a creer en las cosas, las creo todas con tal que sean increíbles.
El viento hizo caer algunas flores de los arbustos, y los pesados ramos de lilas se balancearon perezosos, en el aire. Una cigarra comenzó su ríspido canto cerca del muro y, como un hilo azul, pasó una larga y delgada libélula, cuyas alas de gasa se oyeron vibrar. Lord Henry permanecía silencioso, le parecía oír los latidos del corazón de Basilio Hallward, preguntándose que iba a suceder-
-La historia es simplemente ésta –dijo el pintor, después de un rato- hace dos meses fui a una reunión en casa de lady Brandon. Ya sabes que nosotros, pobres artistas, tenemos que dejarnos ver en el mundo de vez en cuando, lo bastante para demostrar que no somos unos salvajes. Con un frac y una corbata blanca, como me aconsejaste una vez, todo el mundo, hasta un agente de Bolsa, puede llegar a tener la reputación de un ser civilizado. Estaba, pues, en el salón hacia unos diez minutos, conversando con damas maduras, ataviadas ostentosamente, o con aburridos académicos, cuando de pronto advertí vagamente que alguien me observaba. Me volví a medias, y por primera vez vi a Dorian Gray. Cuando se encontraron nuestras miradas me sentí palidecer. Una extraña sensación de terror me invadió. Comprendía que estaba ante alguien cuya simple personalidad era tan fascinante que, si me abandonaba a ella, avasallaría por completo mi naturaleza, mi alma y hasta mi mismo arte. No he querido ninguna influencia exterior en mi vida. Ya sabes, Harry, lo independiente que es mi naturaleza. Siempre he sido dueño de mí mismo, siempre lo había sido, hasta el día de mi encuentro con Dorian Gray. Entonces... pero no sé como explicarte esto… Algo parecía decirme que mi vida iba a atravesar una crisis terrible. Tuve la extraña sensación de que el destino me reservaba exquisitas dichas y penas exquisitas. Tuve miedo y me dispuse a salir del salón. No era mi conciencia la que me hacía obrar así; era una especie de cobardía. No traté de justificarme al escapar.
-La conciencia y la cobardía son realmente lo mismo, Basilio. La conciencia no es más que la etiqueta engañosa de la firmeza. Eso es todo.
-No creo lo mismo, Harry, y pienso que tú tampoco lo crees.

Fragmento del Capítulo 1 del libro del Retrato de Dorian Gray.

martes, 20 de julio de 2010

Tormenta oportuna - Chang-Wu-Kien

Sin nombre - Maria Victoria Velez
Maldije la lluvia que azotaba el techo
y no me dejaba dormir:
El viento maldije que vino a robarme
galas del jardín.
Pero tú llegaste, y alabé la lluvia
cuando te quitaste
la empapada túnica,
y al viento di gracias porque con sus
soplos apagó mi lampara.

lunes, 19 de julio de 2010

Oración para aprender a amar - Madre Teresa de Calcuta

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Prefacio del libro El Retrato de Dorian Gray

El artista es el que crea cosas bellas.
Descubrir el arte, ocultando al artista, esa es la finalidad del arte.
El crítico es aquel que puede interpretar, con diversos estilos o nuevos elementos, su impresión sobre las cosas bellas.
Tanto las más elevadas, como las más bajas formas de la crítica vienen a ser una especie de autobiografía.
Los que descubren un sentido torpe a las cosas bellas, es porque llevan en sí la corrupción, sin ser poseedores de ningún encanto. Y eso es un grave defecto.
Todo el que encuentra bellos significados en lo que es bello, es porque es culto. Para estos hay esperanza.
Son elegidos aquellos para los cuales la belleza solo significa belleza.
No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo.
La aversión del siglo diecinueve hacia el realismo, es la ira de Calibán al ver su cara reflejada en el espejo.
La aversión del siglo diecinueve hacia el romanticismo, es la ira de Calibán al no ver su cara reflejada en el espejo.
La vida moral de un hombre forma parte del tema que interpreta el artista; pero la moralidad del arte consiste en el manejo perfecto de un medio imperfecto. El artista no desea atestiguar nada. Hasta las verdades pueden probarse.
El artista no tiene inclinaciones éticas. Una tendencia hacia la ética en el artista, se convierte en un amaneramiento imperdonable en un artista. El artista nunca es morboso. El artista puede expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son para el artista los instrumentos del arte. Vicio y virtud son para el artista, los materiales del arte.
Desde el punto de vista de la forma, el arquetipo de todas las artes es el arte del compositor musical. Desde el punto de vista de los sentidos, el arquetipo es el actor.
Todo arte es, simultáneamente, superficie y símbolo. Los que bucean bajo la superficie, lo hacen por su cuenta y riesgo. Los que descifran el símbolo, lo hacen por su cuenta y riesgo.
Es el espectador, y no la vida, lo que en realidad refleja el arte.
La diversidad de opiniones acerca de la obra de arte, demuestra que la obra es original, compleja y vital.
Cuando los críticos no están de acuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Se puede perdonar a un hombre el hacer alguna cosa útil, siempre que no la admire.
La única disculpa por hacer cosas inútiles, es el sentir por ellas una atracción intensa.

Oscar Wilde

Desvelada - Gabriela Mistral

Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?»

jueves, 15 de julio de 2010

Un hombre ha muerto de muerte natural - Gabriel García Márquez

En enero de 1983, sólo un mes después de haber recibido en Estocolmo el Premio Nobel, Gabriel García Márquez escribió una remembranza de su primera llegada a Ciudad de México, el 2 de julio de 1961. Allí, entre otras cosas, decía: "La fecha no se me olvidará nunca, porque al día siguiente muy temprano un amigo me despertó por teléfono y me dijo que Hemingway había muerto". De inmediato, el Nobel colombiano escribió una nota sobre la muerte, la vida y la obra de Hemingway, la cual apareció una semana más tarde en una revista mexicana. Titulada Un hombre ha muerto de muerte natural, la nota no volvió a aparecer en prensa periódica ni en libro hasta ahora, con motivo del centenario de Hemingway que se celebra este mes.

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Esta vez parece ser verdad: Ernest Hemingway ha muerto. La noticia ha conmovido, en lugares opuestos y apartados del mundo, a sus mozos de café, a sus guías de cazadores, a sus aprendices de torero, a sus choferes de taxi, a unos cuantos boxeadores venidos a menos y a algún pistolero retirado.

Mientras tanto, en el pueblo de Ketchum, Idaho, la muerte del buen vecino ha sido apenas un doloroso incidente local. El cadáver permaneció seis días en cámara ardiente, no para que se le rindieran honores militares, sino en espera de alguien que estaba cazando leones en Africa. El cuerpo no permanecerá expuesto a las aves de rapiña, junto a los restos de un leopardo congelado en la cumbre de una montaña, sino que reposará tranquilamente en uno de esos cementerios demasiado higiénicos de los Estados Unidos, rodeado de cadáveres amigos. Estas circunstancias, que tanto se parecen a la vida real, obligan a creer esta vez que Hemingway ha muerto de veras, en la tercera tentativa.

Hace cinco años, cuando su avión sufrió un accidente en el África, la muerte no podía ser verdad.

Las comisiones de rescate lo encontraron alegre y medio borracho, en un claro de la selva, a poca distancia del lugar donde merodeaba una familia de elefantes. La propia obra de Hemingway, cuyos héroes no tenían derecho a morir antes de padecer durante cierto tiempo la amargura de la victoria, había descalificado de antemano aquella clase de muerte, más bien del cine que de la vida.

En cambio, ahora, el escritor de 62 años, que en la pasada primavera estuvo dos veces en el hospital tratándose una enfermedad de viejo, fue hallado muerto en su habitación con la cabeza destrozada por una bala de escopeta de matar tigres. En favor de la hipótesis de suicidio hay un argumento técnico: su experiencia en el manejo de las armas descarta la posibilidad de un accidente. En contra, hay un solo argumento literario: Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico. Pero, de todos modos, el enigma de la muerte de Hemingway es puramente circunstancial, porque esta vez las cosas ocurrieron al derecho: el escritor murió como el más corriente de sus personajes, y principalmente para sus propios personajes.

En contraste con el dolor sincero de los boxeadores, se ha destacado en estos días la incertidumbre de los críticos literarios. La pregunta central es hasta qué punto Hemingway fue un grande escritor, y en qué grado merece un laurel que a él mismo le pareció una simple anécdota, una circunstancia episódica en la vida de un hombre.

En realidad, Hemingway sólo fue un testigo ávido, más que de la naturaleza humana de la acción individual. Su héroe surgía en cualquier lugar del mundo, en cualquier situación y en cualquier nivel de la escala social en que fuera necesario luchar encarnizadamente no tanto para sobrevivir cuanto para alcanzar la victoria. Y luego, la victoria era apenas un estado superior del cansancio físico y de la incertidumbre moral.

Sin embargo, en el universo de Hemingway la victoria no estaba destinada al más fuerte, sino al más sabio, con una sabiduría aprendida de la experiencia. En ese sentido era un idealista. Pocas veces, en su extensa obra, surgió una circunstancia en que la fuerza bruta prevaleciera contra el conocimiento. El pez chico, si era más sabio, podía comerse al grande. El cazador no vencía al león porque estuviera armado de una escopeta, sino porque conocía minuciosamente los secretos de su oficio, y por lo menos en dos ocasiones el león conoció mejor los secretos del suyo. En El viejo y el mar -el relato que parece ser una síntesis de los defectos y virtudes del autor- un pescador solitario, agotado y perseguido por la mala suerte logró vencer al pez más grande del mundo en una contienda que era más de inteligencia que de fortaleza.

El tiempo demostrará también que Hemingway, como escritor menor, se comerá a muchos escritores grandes, por su conocimiento de los motivos de los hombres y los secretos de su oficio. Alguna vez, en una entrevista de prensa, hizo la mejor definición de su obra al compararla con el iceberg de la gigantesca mole de hielo que flota en la superficie: es apenas un octavo del volumen total y es inexpugnable gracias a los siete octavos que la sustentan bajo el agua.

La trascendencia de Hemingway está sustentada precisamente en la oculta sabiduría que sostiene a flote una obra objetiva, de estructura directa y simple, y a veces escueta inclusive en su dramatismo.

Hemingway sólo contó lo visto por sus propios ojos, lo gozado y padecido por su experiencia, que era, al fin y al cabo, lo único en que podía creer. Su vida fue un continuo y arriesgado aprendizaje de su oficio, en el que fue honesto hasta el límite de la exageración: habría que preguntarse cuántas veces estuvo en peligro la propia vida del escritor, para que fuera válido un simple gesto de su personaje.

En ese sentido, Hemingway no fue nada más, pero tampoco nada menos, de lo que quiso ser: un hombre que estuvo completamente vivo en cada acto de su vida. Su destino, en cierto modo, ha sido el de sus héroes, que sólo tuvieron una validez momentánea en cualquier lugar de la Tierra, y que fueron eternos por la fidelidad de quienes los quisieron. Ésa es, tal vez, la dimensión más exacta de Hemingway. Probablemente, éste no sea el final de alguien, sino el principio de nadie en la historia de la literatura universal. Pero es el legado natural de un espléndido ejemplar humano, de un trabajador bueno y extrañamente honrado, que quizá se merezca algo más que un puesto en la gloria internacional.

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? - Félix Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno obscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de mis plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»

¡Y cuánta hermosura soberana:
«Mañana le abriremos.» respondía
para lo mismo responder mañana!

martes, 6 de julio de 2010

Acto II, Escena II

Romeo
Oh bendita, bendita noche. Me temo
que siendo de noche,
todo esto no sea más que sueño,
demasiado agradable para ser verdadero.

(Entra Julieta arriba.)

Julieta
Tres palabras, mi querido Romeo,
y buenas noches de verdad. Si la inclinación
de tu amor es honrada,
tu propósito, el matrimonio,
mándame decir mañana,
con alguien que voy a enviarte, dónde y a qué hora
se realizará la ceremonia, y a tus pies
pondré cuanto poseo, y te seguiré
mi dueño y mi señor por todo el mundo.

Nodriza
(Adentro)
¡Señora!

Julieta
Voy en seguida. Mas si tu intención
no es buena, te suplico...

Nodriza
¡Señora!

Julieta
Sí, ya voy…
que ceses en tu empeño
y me abandones a mi pena.
Mañana mandaré…

Romeo
Dichosa será mi alma…

Julieta
¡Mil veces buenas noches!


Extracto del libro Romeo y Julieta escrito por sir William Shakespeare

miércoles, 30 de junio de 2010

El ojo de Apolo - G.K. Chesterton

– Bueno, eso es todo lo que puedo decirle de la nueva religión –comentó Flambeau, sin darle importancia–. Naturalmente, proclama que cura todas las enfermedades físicas.
– ¿Y cura la única enfermedad espiritual? –preguntó el padre Brown, con seria curiosidad.
– ¿Y cuál es la única enfermedad espiritual? –inquirió Flambeau con una sonrisa.
–Oh, la de pensar que está uno muy bien –respondió su amigo.

lunes, 28 de junio de 2010

Solo tú - Amado Nervo

Cuando lloro con todos los que lloran
cuando ayudo a los tristes con su cruz,
cuando parto mi pan con los que imploran,
eres tú quien me inspira, sólo tú.

Cuando marcho sin brújula ni tino,
perdiendo de mis alas el albor
en tantos abarrizales del camino
soy yo el culpable, solamente yo

Cuando miro al que sufre como hermano,
cuando elevo mi espíritu al azul,
cuando me acuerdo de que soy cristiano,
eres tú quien me inspira, sólo tú.

Pobres a quienes haya socorrido,
almas oscuras a las que di luz:
¡no me lo agradezcas, que yo no he sido!
Fuiste tú, muerta mía, fuiste tú.....

lunes, 21 de junio de 2010

Cuando haya muerto, llórame tan sólo... - William Shakespeare

Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.

Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.

Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,
para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.

Versión de Manuel Mujica Láinez

sábado, 19 de junio de 2010

Una lectora nada común - Alan Bennett

De niña, una de las grandes emociones de la Reina había sido la Noche de Victoria, cuando ella y su hermana se escaparon por las puertas del palacio y se mezclaron de incógnito con la multitud. Le parecía que en leer había algo de esto. Era un acto anónimo; era compartido; era común. Y ella, que había llevado una vida distinta de la de los demás, descubrió que ansiaba aquello. Allí, entre aquellas páginas y entre aquellas tapas, estaba de incógnito.

Fragmento del libro Una lectora nada común de Alan Bennet

martes, 15 de junio de 2010

Parábola del hijo pródigo

Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado".

Fragmento del libro de Lúcas.

Los pasos extraños - G.K. Chesterton

-¿Usted sabe quién lo hizo?- repuso el coronel.
-No sé como se llama realmente –respondió el clérigo en tono apacible-, pero conozco algo de su fuerza para luchar y mucho de sus dificultades espirituales. Hice la valoración física cuando intentó estrangularme y la moral cuando se arrepintió.
-¡Sí claro…, se arrepintió! –exclamó el joven Chester con una especie de ataque de carcajadas.
El Padre Brown se levantó y enlazó las manos tras la espalda.
-Extraño, ¿verdad? –Dijo-, que un ladrón vagabundo se arrepienta, cuando tantos ricos bien instalados persisten en su dureza y frivolidad, sin provecho para Dios ni para los hombres. Pero en eso, si me disculpan, invaden un poco mi terreno. Si dudan de la penitencia como hecho practico, ahí tienen sus cuchillos y tenedores. Son ustedes los Doce Pescadores Verdaderos y les devuelvo su servicio para el pescado. Pero Dios me ha hecho pescador de hombres.
-¿Capturó usted a ese hombre? –preguntó el coronel con el entrecejo fruncido.
El Padre Brown se enfrentó con aquel rostro ceñudo.
-Sí –afirmó-, lo capturé con un anzuelo oculto y una caña invisible lo suficientemente larga para dejarlo ir hasta los confines del mundo, pero que lo traerá de vuelta al menor movimiento del sedal (…)

-Un delito es como cualquier otra obra de arte –afirmó-. No se sorprenda. Los delitos no son, bajo ningún concepto, las únicas obras de arte que salen del taller infernal. Pero todas las obras de arte, sean divinas o diabólicas, tienen una característica indispensable: el centro de las mismas es simple, por muy complicada que resulte su ejecución. Y así, en Hamlet, por ejemplo, lo grotesco del sepulturero, las flores de la doncella loca, las galas fantásticas de Osric, la palidez del fantasma y la mueca de la calavera son extravagancias en una especie de corona enmarañada que rodea la figura sencilla y trágica de un hombre de negro. Bueno, esto es lo mismo –dijo y se bajó de su asiento con una sonrisa–, se trata también de la tragedia de un hombre de negro. Sí –continuó, fijándose en que el coronel lo miraba, extrañado–, toda la historia gira en torno a un frac negro. Aquí, como en Hamlet, hay excrecencias rococó, ustedes mismos, sin ir más lejos. Tenemos al camarero muerto, que se encontraba allí cuando era materialmente imposible. Hay una mano invisible que retira la plata de su mesa y la hace desaparecer en el aire. Pero todos los delitos inteligentes se basan en un hecho simple, en algo que no es en sí misterioso. El misterio tiene por fin ocultarlo, alejar los pensamientos de los demás de él. Este delito sutil y de lo más provechoso en otras circunstancias se basaba en el sencillo hecho de que el frac de un caballero es igual al de un camarero. El resto fue representación, y muy buena, por cierto.

Fragmento del cuento Los pasos extraños incluido en el libro El candor del padre Brown