GILBERT KEITH CHESTERTON (1874-1936) fue no sólo el creador del Padre Brown y un elocuente defensor de la fe católica, sino un ensayista, un autor de admirables biografías, un historiador y un poeta. Estudió dibujo y pintura y llegó a ilustrar algunos de los libros de su amigo Hilaire Belloc. Luego se consagró a la literatura, pero hay en sus libros mucho de pictórico. Sus personajes entran en escena como actores, sus vívidos e irreales paisajes perduran en nuestra memoria. Chesterton vivió los años que melancólicamente se denominaban fin de siglo; en un poema dedicado a Edmund Bentley declara: "El mundo era en verdad muy viejo cuando nosotros erámos jóvenes". De ese obligado abatimiento inicial lo salvaron Whitman y Stevenson. Algo quedó en él, sin embargo, que propendía a lo horrible; la más famosa de sus novelas, El hombre que fue Jueves, se subtitula Pesadilla. Hubiera podido ser un Edgar Allan Poe o un Kafka; prefirió -debemos agradecérselo- ser Chesterton. En 1911 publicó un poema épico, La balada del caballo blanco, sobre las guerras de Alfredo el Grande con los daneses; ahí hallamos la extraordinaria comparación: "Mármol como luz de luna maciza, oro como un fuego congelado". Otro poema define así la noche: "Una nube mayor que el mundo y un monstruo hecho de ojos". No menos admirable es su Balada de Lepanto; en la última estrofa del capitán Cervantes envaina la espada y sonríe pensando en un caballero que recorre los infinitos caminos de Castilla. Su obra más famosa la constituyen los cuentos del Padre Brown. cada uno de ellos sugiere un hecho fantástico, que luego se resuelve racionalmente. En el siglo XVIII, la paradoja y el ingenio habían sido empleados contra la religión; Chesterton los usó para su defensa. Su apología de la fe cristiana, Ortodoxia (1908), ha sido admirablemente vertida al español por Alfonso Reyes. En 1922 pasó de la iglesia anglicana al catolicismo. Entre sus estudios críticos citaremos a los dedicados a San Francisco, a Santo Tomás, a Chaucer, a Blake, a Dickens, a Browning, a Stevenson y a Bernard Shaw. Escribió asimismo una espléndida historia universal, cuyo título es El hombre eterno. Bajo sus bromas había una profunda sabiduría. Su corpulencia era famosa; se cuenta que en un ómnibus ofreció su asiento a tres damas. Chesterton, el escritor más popular de su tiempo, es una de las figuras más simpáticas de la literatura.
Extracto del libro Introducción a la literatura inglesa escrita por Jorge Luis Borges
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