sábado, 31 de julio de 2010

No soy de aquí ni soy de allá - Facundo Cabral

Me gusta el sol, Ana y las palomas,
el buen cigarro y la guitarra española,
saltar paredes y abrir las ventanas
y cuando llora una mujer.


Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés.


No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad.



Me gusta estar tirado siempre en la arena

o en bicicleta perseguir a cualquiera
o todo el tiempo para ver las estrellas,
si es posible con Paloma San Basilio en el trigal.


No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad

jueves, 29 de julio de 2010

La Saeta - Antonio Machado

¿Quien me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

domingo, 25 de julio de 2010

Te quiero - Facundo Cabral

Te dije, te digo y te diré, porque, el amor es para siempre.

Te digo por ejemplo:
Te quiero ahora que hace calor,
Y ayer que llovía.
En las mañanas nubladas,
Y en las noches abiertas,
Te quiero
Te quiero de pie, tendida,
Dormida y despierta.

Te quiero a la una, a las dos a las tres,
Y a las siempre.

Te quiero,
Te quiero en la casa y te quiero en el camino,
Te quiero después, antes y ahora mismo,
Te quiero,
Te quiero porque me quieres,
Y toda tu me lo gritas,

Te quiero porque en ti comienzo y termino,
Te quiero porque nos encontramos y nos perdemos uno en el otro.
Digamos que te quiero con todos los que soy incluyéndome a mí mismo.

Aunque tu sabes mi amor que cuando digo te quiero, es Dios que te embellece a través del amor y yo soy el encargado de tan bella tarea, es decir que cada vez que yo te digo Te quiero, Él te dice “Te quiero”

viernes, 23 de julio de 2010

Ensueño - Emily Dickenson

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Versión de Carlos López Narváez

miércoles, 21 de julio de 2010

El Retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde

Después de una pausa, lord Henry sacó su reloj.
-Tengo que irme, Basilio -murmuró-; pero antes querría que respondieses a la pregunta que te hice.
-¿Qué pregunta? –dijo el pintor con los ojos fijos en la tierra.
-Ya sabes cuál…
-No, Henry.
-Bueno, voy a repetírtela. Es necesario que me expliques por qué no quieres exponer el retrato de Dorian Gray. Deseo conocer la verdadera razón.
-Ya te la he dicho.
-¡No! Me habías dicho que era porque había demasiado de ti mismo en ese retrato. Esto es infantil.
-Henry –dijo Basilio Hallward mirándole a los ojos-, todo retrato pintado sinceramente es un modelo del artista, no del modelo. El modelo es sólo el accidente, el motivo. No es a él a quien revela el pintor: quien se revela sobre la tela, más bien es el pintor. ¡La razón por la cual no exhibiré ese retrato está en el terror que tengo de mostrar por él el secreto de mi alma!
Lord Henry se echó a reír...
-¿Y cuál es?
-Te lo diré respondió Hallward con rostro sombrío.
-Soy todo oídos, Basilio –respondió su compañero.
-Harry, es poco lo que hay que decir –replicó el pintor-, y creo en realidad que no lo comprenderás. Quizá apenas lo creas.
Lord Henry sonrió; inclinándose, cogió de la hierba una margarita de pétalos blancos, y examinándola:
-Estoy seguro que lo comprenderé –dijo, mirando atentamente el pequeño disco dorado circundado de blancos pétalos-, y en cuanto a creer en las cosas, las creo todas con tal que sean increíbles.
El viento hizo caer algunas flores de los arbustos, y los pesados ramos de lilas se balancearon perezosos, en el aire. Una cigarra comenzó su ríspido canto cerca del muro y, como un hilo azul, pasó una larga y delgada libélula, cuyas alas de gasa se oyeron vibrar. Lord Henry permanecía silencioso, le parecía oír los latidos del corazón de Basilio Hallward, preguntándose que iba a suceder-
-La historia es simplemente ésta –dijo el pintor, después de un rato- hace dos meses fui a una reunión en casa de lady Brandon. Ya sabes que nosotros, pobres artistas, tenemos que dejarnos ver en el mundo de vez en cuando, lo bastante para demostrar que no somos unos salvajes. Con un frac y una corbata blanca, como me aconsejaste una vez, todo el mundo, hasta un agente de Bolsa, puede llegar a tener la reputación de un ser civilizado. Estaba, pues, en el salón hacia unos diez minutos, conversando con damas maduras, ataviadas ostentosamente, o con aburridos académicos, cuando de pronto advertí vagamente que alguien me observaba. Me volví a medias, y por primera vez vi a Dorian Gray. Cuando se encontraron nuestras miradas me sentí palidecer. Una extraña sensación de terror me invadió. Comprendía que estaba ante alguien cuya simple personalidad era tan fascinante que, si me abandonaba a ella, avasallaría por completo mi naturaleza, mi alma y hasta mi mismo arte. No he querido ninguna influencia exterior en mi vida. Ya sabes, Harry, lo independiente que es mi naturaleza. Siempre he sido dueño de mí mismo, siempre lo había sido, hasta el día de mi encuentro con Dorian Gray. Entonces... pero no sé como explicarte esto… Algo parecía decirme que mi vida iba a atravesar una crisis terrible. Tuve la extraña sensación de que el destino me reservaba exquisitas dichas y penas exquisitas. Tuve miedo y me dispuse a salir del salón. No era mi conciencia la que me hacía obrar así; era una especie de cobardía. No traté de justificarme al escapar.
-La conciencia y la cobardía son realmente lo mismo, Basilio. La conciencia no es más que la etiqueta engañosa de la firmeza. Eso es todo.
-No creo lo mismo, Harry, y pienso que tú tampoco lo crees.

Fragmento del Capítulo 1 del libro del Retrato de Dorian Gray.

martes, 20 de julio de 2010

Tormenta oportuna - Chang-Wu-Kien

Sin nombre - Maria Victoria Velez
Maldije la lluvia que azotaba el techo
y no me dejaba dormir:
El viento maldije que vino a robarme
galas del jardín.
Pero tú llegaste, y alabé la lluvia
cuando te quitaste
la empapada túnica,
y al viento di gracias porque con sus
soplos apagó mi lampara.

lunes, 19 de julio de 2010

Oración para aprender a amar - Madre Teresa de Calcuta

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Prefacio del libro El Retrato de Dorian Gray

El artista es el que crea cosas bellas.
Descubrir el arte, ocultando al artista, esa es la finalidad del arte.
El crítico es aquel que puede interpretar, con diversos estilos o nuevos elementos, su impresión sobre las cosas bellas.
Tanto las más elevadas, como las más bajas formas de la crítica vienen a ser una especie de autobiografía.
Los que descubren un sentido torpe a las cosas bellas, es porque llevan en sí la corrupción, sin ser poseedores de ningún encanto. Y eso es un grave defecto.
Todo el que encuentra bellos significados en lo que es bello, es porque es culto. Para estos hay esperanza.
Son elegidos aquellos para los cuales la belleza solo significa belleza.
No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo.
La aversión del siglo diecinueve hacia el realismo, es la ira de Calibán al ver su cara reflejada en el espejo.
La aversión del siglo diecinueve hacia el romanticismo, es la ira de Calibán al no ver su cara reflejada en el espejo.
La vida moral de un hombre forma parte del tema que interpreta el artista; pero la moralidad del arte consiste en el manejo perfecto de un medio imperfecto. El artista no desea atestiguar nada. Hasta las verdades pueden probarse.
El artista no tiene inclinaciones éticas. Una tendencia hacia la ética en el artista, se convierte en un amaneramiento imperdonable en un artista. El artista nunca es morboso. El artista puede expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son para el artista los instrumentos del arte. Vicio y virtud son para el artista, los materiales del arte.
Desde el punto de vista de la forma, el arquetipo de todas las artes es el arte del compositor musical. Desde el punto de vista de los sentidos, el arquetipo es el actor.
Todo arte es, simultáneamente, superficie y símbolo. Los que bucean bajo la superficie, lo hacen por su cuenta y riesgo. Los que descifran el símbolo, lo hacen por su cuenta y riesgo.
Es el espectador, y no la vida, lo que en realidad refleja el arte.
La diversidad de opiniones acerca de la obra de arte, demuestra que la obra es original, compleja y vital.
Cuando los críticos no están de acuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Se puede perdonar a un hombre el hacer alguna cosa útil, siempre que no la admire.
La única disculpa por hacer cosas inútiles, es el sentir por ellas una atracción intensa.

Oscar Wilde

Desvelada - Gabriela Mistral

Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?»

jueves, 15 de julio de 2010

Un hombre ha muerto de muerte natural - Gabriel García Márquez

En enero de 1983, sólo un mes después de haber recibido en Estocolmo el Premio Nobel, Gabriel García Márquez escribió una remembranza de su primera llegada a Ciudad de México, el 2 de julio de 1961. Allí, entre otras cosas, decía: "La fecha no se me olvidará nunca, porque al día siguiente muy temprano un amigo me despertó por teléfono y me dijo que Hemingway había muerto". De inmediato, el Nobel colombiano escribió una nota sobre la muerte, la vida y la obra de Hemingway, la cual apareció una semana más tarde en una revista mexicana. Titulada Un hombre ha muerto de muerte natural, la nota no volvió a aparecer en prensa periódica ni en libro hasta ahora, con motivo del centenario de Hemingway que se celebra este mes.

--------------------------------------------------------------------------------

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Esta vez parece ser verdad: Ernest Hemingway ha muerto. La noticia ha conmovido, en lugares opuestos y apartados del mundo, a sus mozos de café, a sus guías de cazadores, a sus aprendices de torero, a sus choferes de taxi, a unos cuantos boxeadores venidos a menos y a algún pistolero retirado.

Mientras tanto, en el pueblo de Ketchum, Idaho, la muerte del buen vecino ha sido apenas un doloroso incidente local. El cadáver permaneció seis días en cámara ardiente, no para que se le rindieran honores militares, sino en espera de alguien que estaba cazando leones en Africa. El cuerpo no permanecerá expuesto a las aves de rapiña, junto a los restos de un leopardo congelado en la cumbre de una montaña, sino que reposará tranquilamente en uno de esos cementerios demasiado higiénicos de los Estados Unidos, rodeado de cadáveres amigos. Estas circunstancias, que tanto se parecen a la vida real, obligan a creer esta vez que Hemingway ha muerto de veras, en la tercera tentativa.

Hace cinco años, cuando su avión sufrió un accidente en el África, la muerte no podía ser verdad.

Las comisiones de rescate lo encontraron alegre y medio borracho, en un claro de la selva, a poca distancia del lugar donde merodeaba una familia de elefantes. La propia obra de Hemingway, cuyos héroes no tenían derecho a morir antes de padecer durante cierto tiempo la amargura de la victoria, había descalificado de antemano aquella clase de muerte, más bien del cine que de la vida.

En cambio, ahora, el escritor de 62 años, que en la pasada primavera estuvo dos veces en el hospital tratándose una enfermedad de viejo, fue hallado muerto en su habitación con la cabeza destrozada por una bala de escopeta de matar tigres. En favor de la hipótesis de suicidio hay un argumento técnico: su experiencia en el manejo de las armas descarta la posibilidad de un accidente. En contra, hay un solo argumento literario: Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico. Pero, de todos modos, el enigma de la muerte de Hemingway es puramente circunstancial, porque esta vez las cosas ocurrieron al derecho: el escritor murió como el más corriente de sus personajes, y principalmente para sus propios personajes.

En contraste con el dolor sincero de los boxeadores, se ha destacado en estos días la incertidumbre de los críticos literarios. La pregunta central es hasta qué punto Hemingway fue un grande escritor, y en qué grado merece un laurel que a él mismo le pareció una simple anécdota, una circunstancia episódica en la vida de un hombre.

En realidad, Hemingway sólo fue un testigo ávido, más que de la naturaleza humana de la acción individual. Su héroe surgía en cualquier lugar del mundo, en cualquier situación y en cualquier nivel de la escala social en que fuera necesario luchar encarnizadamente no tanto para sobrevivir cuanto para alcanzar la victoria. Y luego, la victoria era apenas un estado superior del cansancio físico y de la incertidumbre moral.

Sin embargo, en el universo de Hemingway la victoria no estaba destinada al más fuerte, sino al más sabio, con una sabiduría aprendida de la experiencia. En ese sentido era un idealista. Pocas veces, en su extensa obra, surgió una circunstancia en que la fuerza bruta prevaleciera contra el conocimiento. El pez chico, si era más sabio, podía comerse al grande. El cazador no vencía al león porque estuviera armado de una escopeta, sino porque conocía minuciosamente los secretos de su oficio, y por lo menos en dos ocasiones el león conoció mejor los secretos del suyo. En El viejo y el mar -el relato que parece ser una síntesis de los defectos y virtudes del autor- un pescador solitario, agotado y perseguido por la mala suerte logró vencer al pez más grande del mundo en una contienda que era más de inteligencia que de fortaleza.

El tiempo demostrará también que Hemingway, como escritor menor, se comerá a muchos escritores grandes, por su conocimiento de los motivos de los hombres y los secretos de su oficio. Alguna vez, en una entrevista de prensa, hizo la mejor definición de su obra al compararla con el iceberg de la gigantesca mole de hielo que flota en la superficie: es apenas un octavo del volumen total y es inexpugnable gracias a los siete octavos que la sustentan bajo el agua.

La trascendencia de Hemingway está sustentada precisamente en la oculta sabiduría que sostiene a flote una obra objetiva, de estructura directa y simple, y a veces escueta inclusive en su dramatismo.

Hemingway sólo contó lo visto por sus propios ojos, lo gozado y padecido por su experiencia, que era, al fin y al cabo, lo único en que podía creer. Su vida fue un continuo y arriesgado aprendizaje de su oficio, en el que fue honesto hasta el límite de la exageración: habría que preguntarse cuántas veces estuvo en peligro la propia vida del escritor, para que fuera válido un simple gesto de su personaje.

En ese sentido, Hemingway no fue nada más, pero tampoco nada menos, de lo que quiso ser: un hombre que estuvo completamente vivo en cada acto de su vida. Su destino, en cierto modo, ha sido el de sus héroes, que sólo tuvieron una validez momentánea en cualquier lugar de la Tierra, y que fueron eternos por la fidelidad de quienes los quisieron. Ésa es, tal vez, la dimensión más exacta de Hemingway. Probablemente, éste no sea el final de alguien, sino el principio de nadie en la historia de la literatura universal. Pero es el legado natural de un espléndido ejemplar humano, de un trabajador bueno y extrañamente honrado, que quizá se merezca algo más que un puesto en la gloria internacional.

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? - Félix Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno obscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de mis plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»

¡Y cuánta hermosura soberana:
«Mañana le abriremos.» respondía
para lo mismo responder mañana!

martes, 6 de julio de 2010

Acto II, Escena II

Romeo
Oh bendita, bendita noche. Me temo
que siendo de noche,
todo esto no sea más que sueño,
demasiado agradable para ser verdadero.

(Entra Julieta arriba.)

Julieta
Tres palabras, mi querido Romeo,
y buenas noches de verdad. Si la inclinación
de tu amor es honrada,
tu propósito, el matrimonio,
mándame decir mañana,
con alguien que voy a enviarte, dónde y a qué hora
se realizará la ceremonia, y a tus pies
pondré cuanto poseo, y te seguiré
mi dueño y mi señor por todo el mundo.

Nodriza
(Adentro)
¡Señora!

Julieta
Voy en seguida. Mas si tu intención
no es buena, te suplico...

Nodriza
¡Señora!

Julieta
Sí, ya voy…
que ceses en tu empeño
y me abandones a mi pena.
Mañana mandaré…

Romeo
Dichosa será mi alma…

Julieta
¡Mil veces buenas noches!


Extracto del libro Romeo y Julieta escrito por sir William Shakespeare