De niña, una de las grandes emociones de la Reina había sido la Noche de Victoria, cuando ella y su hermana se escaparon por las puertas del palacio y se mezclaron de incógnito con la multitud. Le parecía que en leer había algo de esto. Era un acto anónimo; era compartido; era común. Y ella, que había llevado una vida distinta de la de los demás, descubrió que ansiaba aquello. Allí, entre aquellas páginas y entre aquellas tapas, estaba de incógnito.Fragmento del libro Una lectora nada común de Alan Bennet
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