– Bueno, eso es todo lo que puedo decirle de la nueva religión –comentó Flambeau, sin darle importancia–. Naturalmente, proclama que cura todas las enfermedades físicas.
– ¿Y cura la única enfermedad espiritual? –preguntó el padre Brown, con seria curiosidad.
– ¿Y cuál es la única enfermedad espiritual? –inquirió Flambeau con una sonrisa.
–Oh, la de pensar que está uno muy bien –respondió su amigo.
De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación... J.L.Borges
miércoles, 30 de junio de 2010
El ojo de Apolo - G.K. Chesterton
lunes, 28 de junio de 2010
Solo tú - Amado Nervo
Cuando lloro con todos los que lloran
cuando ayudo a los tristes con su cruz,
cuando parto mi pan con los que imploran,
eres tú quien me inspira, sólo tú.
Cuando marcho sin brújula ni tino,
perdiendo de mis alas el albor
en tantos abarrizales del camino
soy yo el culpable, solamente yo
Cuando miro al que sufre como hermano,
cuando elevo mi espíritu al azul,
cuando me acuerdo de que soy cristiano,
eres tú quien me inspira, sólo tú.
Pobres a quienes haya socorrido,
almas oscuras a las que di luz:
¡no me lo agradezcas, que yo no he sido!
Fuiste tú, muerta mía, fuiste tú.....
cuando ayudo a los tristes con su cruz,
cuando parto mi pan con los que imploran,
eres tú quien me inspira, sólo tú.
Cuando marcho sin brújula ni tino,
perdiendo de mis alas el albor
en tantos abarrizales del camino
soy yo el culpable, solamente yo
Cuando miro al que sufre como hermano,
cuando elevo mi espíritu al azul,
cuando me acuerdo de que soy cristiano,
eres tú quien me inspira, sólo tú.
Pobres a quienes haya socorrido,
almas oscuras a las que di luz:
¡no me lo agradezcas, que yo no he sido!
Fuiste tú, muerta mía, fuiste tú.....
lunes, 21 de junio de 2010
Cuando haya muerto, llórame tan sólo... - William Shakespeare
Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.
Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.
Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,
para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.
Versión de Manuel Mujica Láinez
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.
Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.
Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,
para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.
Versión de Manuel Mujica Láinez
sábado, 19 de junio de 2010
Una lectora nada común - Alan Bennett
De niña, una de las grandes emociones de la Reina había sido la Noche de Victoria, cuando ella y su hermana se escaparon por las puertas del palacio y se mezclaron de incógnito con la multitud. Le parecía que en leer había algo de esto. Era un acto anónimo; era compartido; era común. Y ella, que había llevado una vida distinta de la de los demás, descubrió que ansiaba aquello. Allí, entre aquellas páginas y entre aquellas tapas, estaba de incógnito.
Fragmento del libro Una lectora nada común de Alan Bennet
martes, 15 de junio de 2010
Parábola del hijo pródigo
Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado".
Fragmento del libro de Lúcas.
Los pasos extraños - G.K. Chesterton
-¿Usted sabe quién lo hizo?- repuso el coronel.
-No sé como se llama realmente –respondió el clérigo en tono apacible-, pero conozco algo de su fuerza para luchar y mucho de sus dificultades espirituales. Hice la valoración física cuando intentó estrangularme y la moral cuando se arrepintió.
-¡Sí claro…, se arrepintió! –exclamó el joven Chester con una especie de ataque de carcajadas.
El Padre Brown se levantó y enlazó las manos tras la espalda.
-Extraño, ¿verdad? –Dijo-, que un ladrón vagabundo se arrepienta, cuando tantos ricos bien instalados persisten en su dureza y frivolidad, sin provecho para Dios ni para los hombres. Pero en eso, si me disculpan, invaden un poco mi terreno. Si dudan de la penitencia como hecho practico, ahí tienen sus cuchillos y tenedores. Son ustedes los Doce Pescadores Verdaderos y les devuelvo su servicio para el pescado. Pero Dios me ha hecho pescador de hombres.
-¿Capturó usted a ese hombre? –preguntó el coronel con el entrecejo fruncido.
El Padre Brown se enfrentó con aquel rostro ceñudo.
-Sí –afirmó-, lo capturé con un anzuelo oculto y una caña invisible lo suficientemente larga para dejarlo ir hasta los confines del mundo, pero que lo traerá de vuelta al menor movimiento del sedal (…)
-Un delito es como cualquier otra obra de arte –afirmó-. No se sorprenda. Los delitos no son, bajo ningún concepto, las únicas obras de arte que salen del taller infernal. Pero todas las obras de arte, sean divinas o diabólicas, tienen una característica indispensable: el centro de las mismas es simple, por muy complicada que resulte su ejecución. Y así, en Hamlet, por ejemplo, lo grotesco del sepulturero, las flores de la doncella loca, las galas fantásticas de Osric, la palidez del fantasma y la mueca de la calavera son extravagancias en una especie de corona enmarañada que rodea la figura sencilla y trágica de un hombre de negro. Bueno, esto es lo mismo –dijo y se bajó de su asiento con una sonrisa–, se trata también de la tragedia de un hombre de negro. Sí –continuó, fijándose en que el coronel lo miraba, extrañado–, toda la historia gira en torno a un frac negro. Aquí, como en Hamlet, hay excrecencias rococó, ustedes mismos, sin ir más lejos. Tenemos al camarero muerto, que se encontraba allí cuando era materialmente imposible. Hay una mano invisible que retira la plata de su mesa y la hace desaparecer en el aire. Pero todos los delitos inteligentes se basan en un hecho simple, en algo que no es en sí misterioso. El misterio tiene por fin ocultarlo, alejar los pensamientos de los demás de él. Este delito sutil y de lo más provechoso en otras circunstancias se basaba en el sencillo hecho de que el frac de un caballero es igual al de un camarero. El resto fue representación, y muy buena, por cierto.
Fragmento del cuento Los pasos extraños incluido en el libro El candor del padre Brown
-No sé como se llama realmente –respondió el clérigo en tono apacible-, pero conozco algo de su fuerza para luchar y mucho de sus dificultades espirituales. Hice la valoración física cuando intentó estrangularme y la moral cuando se arrepintió.
-¡Sí claro…, se arrepintió! –exclamó el joven Chester con una especie de ataque de carcajadas.
El Padre Brown se levantó y enlazó las manos tras la espalda.
-Extraño, ¿verdad? –Dijo-, que un ladrón vagabundo se arrepienta, cuando tantos ricos bien instalados persisten en su dureza y frivolidad, sin provecho para Dios ni para los hombres. Pero en eso, si me disculpan, invaden un poco mi terreno. Si dudan de la penitencia como hecho practico, ahí tienen sus cuchillos y tenedores. Son ustedes los Doce Pescadores Verdaderos y les devuelvo su servicio para el pescado. Pero Dios me ha hecho pescador de hombres.
-¿Capturó usted a ese hombre? –preguntó el coronel con el entrecejo fruncido.
El Padre Brown se enfrentó con aquel rostro ceñudo.
-Sí –afirmó-, lo capturé con un anzuelo oculto y una caña invisible lo suficientemente larga para dejarlo ir hasta los confines del mundo, pero que lo traerá de vuelta al menor movimiento del sedal (…)
-Un delito es como cualquier otra obra de arte –afirmó-. No se sorprenda. Los delitos no son, bajo ningún concepto, las únicas obras de arte que salen del taller infernal. Pero todas las obras de arte, sean divinas o diabólicas, tienen una característica indispensable: el centro de las mismas es simple, por muy complicada que resulte su ejecución. Y así, en Hamlet, por ejemplo, lo grotesco del sepulturero, las flores de la doncella loca, las galas fantásticas de Osric, la palidez del fantasma y la mueca de la calavera son extravagancias en una especie de corona enmarañada que rodea la figura sencilla y trágica de un hombre de negro. Bueno, esto es lo mismo –dijo y se bajó de su asiento con una sonrisa–, se trata también de la tragedia de un hombre de negro. Sí –continuó, fijándose en que el coronel lo miraba, extrañado–, toda la historia gira en torno a un frac negro. Aquí, como en Hamlet, hay excrecencias rococó, ustedes mismos, sin ir más lejos. Tenemos al camarero muerto, que se encontraba allí cuando era materialmente imposible. Hay una mano invisible que retira la plata de su mesa y la hace desaparecer en el aire. Pero todos los delitos inteligentes se basan en un hecho simple, en algo que no es en sí misterioso. El misterio tiene por fin ocultarlo, alejar los pensamientos de los demás de él. Este delito sutil y de lo más provechoso en otras circunstancias se basaba en el sencillo hecho de que el frac de un caballero es igual al de un camarero. El resto fue representación, y muy buena, por cierto.
Fragmento del cuento Los pasos extraños incluido en el libro El candor del padre Brown
miércoles, 9 de junio de 2010
¿Libre para que? - Chala Rasta
Si tenés la libertad
de participar o mirar
y elegís mirar.
Si tenés la libertad
de ser leal o traicionar
y elegís traicionar.
¿Libre para qué?.
Si tenés la libertad
de seguir o abandonar
y elegís abandonar.
Si tenés la libertad
de cosechar o de talar
y elegís talar.
Si tenés la libertad
para ya no dejarte explotar,
sin embargo elegís criticar
al obrero que corta una ruta por no poder más.
Oh, quiero ser libre.
Oh, oh, decís quiero ser libre.
Y yo digo ¿Libre para qué?.
Si tenés la libertad
de proteger o de entregar
y elegís entregar.
Si tenés la libertad
de amar o de encerrar
y elegís encerrar.
Si tenés la libertad
de enseñarle a tu hijo a volar
y elegís un cielo artificial
donde la luna sale a toda hora en la computadora.
Oh, quiero ser libre.
Oh, oh, decís quiero ser libre.
Y yo digo ¿Libre para qué?.
¿Libre para qué?.
de participar o mirar
y elegís mirar.
Si tenés la libertad
de ser leal o traicionar
y elegís traicionar.
¿Libre para qué?.
Si tenés la libertad
de seguir o abandonar
y elegís abandonar.
Si tenés la libertad
de cosechar o de talar
y elegís talar.
Si tenés la libertad
para ya no dejarte explotar,
sin embargo elegís criticar
al obrero que corta una ruta por no poder más.
Oh, quiero ser libre.
Oh, oh, decís quiero ser libre.
Y yo digo ¿Libre para qué?.
Si tenés la libertad
de proteger o de entregar
y elegís entregar.
Si tenés la libertad
de amar o de encerrar
y elegís encerrar.
Si tenés la libertad
de enseñarle a tu hijo a volar
y elegís un cielo artificial
donde la luna sale a toda hora en la computadora.
Oh, quiero ser libre.
Oh, oh, decís quiero ser libre.
Y yo digo ¿Libre para qué?.
¿Libre para qué?.
ECCE PUER - James Joyce
Del oscuro pasado nace un niño;
alegría y tristeza
me desgarran el corazón.
Tranquilo en la cuna
vivo descansa.
Que amor y gracia
sus ojos abran.
La joven vida respira
sobre el cristal.
El mundo que no era
viene para irse.
Un niño duerme:
un viejo se marcha.
Oh, padre renegado,
perdona a tu hijo.
En este poema el autor evoca el nacimiento de su hijo y la muerte de su padre.
alegría y tristeza
me desgarran el corazón.
Tranquilo en la cuna
vivo descansa.
Que amor y gracia
sus ojos abran.
La joven vida respira
sobre el cristal.
El mundo que no era
viene para irse.
Un niño duerme:
un viejo se marcha.
Oh, padre renegado,
perdona a tu hijo.
En este poema el autor evoca el nacimiento de su hijo y la muerte de su padre.
sábado, 5 de junio de 2010
Siete Noches - Jorge Luis Borges
Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo. Por eso yo hablé en un poema del antiguo elemento de los héroes: la humillación, la desdicha, la discordia. Esas cosas nos fueron dadas para que las transmutemos, para que hagamos de la miserable circunstancia de nuestra vida, cosas eternas o que aspiren a serlo.
Extracto del libro Siete Noches
Extracto del libro Siete Noches
Poema de los dones - Jorge Luis Borges
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
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