No sabemos cuándo será, pero, conforme al evangelio, sabemos que sucederá. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los ángeles con Él –dice en Mateo-, entonces se sentará en su trono de gloria.” Separará a la humanidad como un pastor separa a las ovejas de los cabritos. A las primeras les dirá: “Venid, benditos de mi Padre: tomad en herencia el reino que para vosotros está preparado desde la creación del mundo”. Y a los otros: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”.
El carácter inequívoco de las advertencias es subrayado por Juan: “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que nadie que crea en mí quede en tinieblas”. Hay muchas otras palabras de juicio semejantes. Esas cosas ¿están pensadas sólo de forma simbólica?
Por supuesto que no. Es un juicio final real el que tendrá lugar. Como un penúltimo juicio, por así decirlo, ese juicio se avecina al hombre siempre ya en la muerte. El gran escenario que esboza sobre todo Mateo 25, con las ovejas y los cabritos, es una parábola de lo inimaginable. No podemos imaginarnos ese proceso inaudito en el que todo el cosmos se halla ante el Señor, la historia entera está ante Él. Tiene que ser expresado en imágenes, en las que podamos barruntarlo. Cómo será esto visualmente escapa a nuestra capacidad de imaginación.
Pero que Él es el Juez, que tendrá lugar un juicio real, que la humanidad será separada y que, entonces, existe también la posibilidad de la perdición, que las cosas no son indiferentes, es muy importante.
Hoy la gente tiende a decir: y bueno, tan mal no se darán las cosas. Al fin y al cabo, es muy difícil que Dios sea así. Pero no, Él nos toma en serio. Y está el hecho de la existencia del mal, que permanece y tiene que ser condenado. En tal sentido, aun con toda la alegre gratitud por el hecho de que Dios es tan bueno y nos da su gracia, deberíamos percibir también e inscribir en nuestro programa de vida la seriedad del mal, el mal que hemos visto en el nazismo y en el comunismo y que vemos también hoy a nuestro alrededor.
Hace 14 años le pregunté si acaso vale todavía la pena subirse a esta nave de la Iglesia, que parece un poco debilitada por la edad. Hoy hay que preguntar si esa nave no se asemeja cada vez más a un arca de Noé. ¿Qué piensa el papa? ¿Podemos salvar todavía este planeta por nuestras propias fuerzas?
De cualquier manera, por sus propias fuerzas el hombre no puede dominar la historia. Que el hombre está amenazado, que se amenaza a sí mismo y amenaza el mundo se hace hoy de algún modo visible a través de las pruebas científicas. Sólo puede ser salvado si en su corazón crecen las fuerzas morales; fuerzas que sólo pueden provenir del encuentro con Dios; fuerzas que ofrecen resistencia. En tal sentido lo necesitamos a Él, al Otro, que nos ayuda a ser lo que nosotros mismos no podemos; y necesitamos a Cristo, que nos reúne en una comunidad a la que llamamos Iglesia.
Fragmento del libro Luz del mundo
De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación... J.L.Borges
miércoles, 22 de junio de 2011
lunes, 20 de junio de 2011
Cómo ha de ser tu voz... - León Felipe
Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra...
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera...
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra...
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera...
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.
El honor perdido de Katharina Blum - Heinrich Böll
6
La reacción del PERIÓDICO después de conocerse los asesinatos de sus reporteros fue bastante extraña, y dio lugar a una excitación anormal. Grandes titulares. Ediciones especiales. Necrologías de dimensiones exageradas, como si –en un mundo en el que se disparan tantos tiros- el asesinato de un periodista fuese algo excepcional, más importante, por ejemplo, que el de un director, un empleado o un atracador de banco.
Conviene subrayar la desmedida atención de la prensa, porque no sólo el PERIÓDICO, sino también otros periódicos trataron aquellos crímenes como algo particularmente grave, horrible y casi solemne; como si de asesinatos rituales se tratara. Incluso se habló de “víctima de su profesión” y, por supuesto, el PERIÓDICO siguió aferrado a la versión de que Schönner también murió a manos de la Blum. Si es preciso admitir que, de no haber sido periodista (sino, por ejemplo, zapatero o panadero), Töthes probablemente no hubiera muerto de un disparo, acaso fuera más apropiado hablar de una muerte condicionada por la profesión. Todavía queda por aclarar qué razones movieron a una persona tan inteligente y al borde de la indiferencia como la Blum, no sólo a planear el asesinato sino a llevarlo a cabo, y por qué, en el momento elegido por ella misma, echó mano de la pistola y la hizo funcionar.
Extracto del libro El honor perdido de Katharina Blum
La reacción del PERIÓDICO después de conocerse los asesinatos de sus reporteros fue bastante extraña, y dio lugar a una excitación anormal. Grandes titulares. Ediciones especiales. Necrologías de dimensiones exageradas, como si –en un mundo en el que se disparan tantos tiros- el asesinato de un periodista fuese algo excepcional, más importante, por ejemplo, que el de un director, un empleado o un atracador de banco.
Conviene subrayar la desmedida atención de la prensa, porque no sólo el PERIÓDICO, sino también otros periódicos trataron aquellos crímenes como algo particularmente grave, horrible y casi solemne; como si de asesinatos rituales se tratara. Incluso se habló de “víctima de su profesión” y, por supuesto, el PERIÓDICO siguió aferrado a la versión de que Schönner también murió a manos de la Blum. Si es preciso admitir que, de no haber sido periodista (sino, por ejemplo, zapatero o panadero), Töthes probablemente no hubiera muerto de un disparo, acaso fuera más apropiado hablar de una muerte condicionada por la profesión. Todavía queda por aclarar qué razones movieron a una persona tan inteligente y al borde de la indiferencia como la Blum, no sólo a planear el asesinato sino a llevarlo a cabo, y por qué, en el momento elegido por ella misma, echó mano de la pistola y la hizo funcionar.
Extracto del libro El honor perdido de Katharina Blum
lunes, 6 de junio de 2011
Ofrenda - Rainer Maria Rilke
¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?
Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.
A todo aquello que a través de mi infancia
sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos.
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?
Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.
A todo aquello que a través de mi infancia
sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos.
Anhelo de vivir #1 - Irving Stone
Durante el mes de octubre, Vincent tuvo que atender a una imponente matrona con cuello de encaje, tapado de piel y sombrero de terciopelo con plumas que le pidió le enseñase algunos cuadros para su nueva residencia en la ciudad.
-Quiero lo mejor que tienen ustedes en el negocio –dijo-. No se preocupe por el gasto… Aquí tiene las dimensiones de las habitaciones. En el comedor hay dos paneles de cincuenta pies… Luego, en la gran sala…
Durante la mayor parte de la tarde estuvo tratando de venderle algunos grabados de Rembrandt, una excelente reproducción de los canales de Venecia de Turner, algunas litografías de cuadros de Thys Maris, y otras de Corot y Daubigny. La señora demostraba pésimo gusto y desechaba todo lo que se le presentaba de valor. A medida que pasaban las horas, Vincent se exasperaba más y más a esa mujer como el prototipo de ordinariez.
-Bien –exclamó por fin la señora satisfecha-. Creo que hice una magnifica elección.
-Si usted hubiera elegido con los ojos cerrados, posiblemente no hubiera podido elegir peor –comentó Vincent sin poder contenerse.
La mujer se puso de pie ofendida y mirándolo de arriba abajo exclamó:
-Usted… ¡usted no es más que un tosco campesino!
Y salió como si le hubiesen infligido el peor de los ultrajes.
El señor Obach estaba desesperado.
-¡Pero Vincent! –exclamó-. ¿Qué le pasa a usted? ¡Arruinó la mejor venta de la semana e insultó a esa mujer!
-Señor Obach –repuso el joven-, ¿quiere contestarme a una pregunta?
-¿Y bien? Pregúnteme lo que quiera… Yo también tengo algunas cosas que preguntarle.
Vincent señaló los cuadros elegidos por la clienta.
-Pues bien… ¿Cómo puede justificarse un hombre que pierde su única vida vendiendo cuadros horribles a gente estúpida?
Obach no trató siquiera de contestar.
-Si sigue así –dijo- tendré que escribirle a su tío que lo transfiera a otro lado. No puedo permitirle que arruine mi negocio.
-¿Cómo es posible ganar tanto dinero vendiendo cosas tan feas, señor Obach? Y ¿por qué solamente la gente que no sabe reconocer una tela auténtica de un mamarracho tiene dinero para comprar? ¿Será porque su dinero los ha tornado insensibles a la belleza? ¿Y por qué los pobres que son capaces de apreciar una obra de arte ni siquiera poseen un centavo para comprarse una reproducción?
Obach elevó la vista extrañado.
-¿Eso es socialismo? ¿O qué es?
Cuando el joven llegó a su cuarto, tomó un volumen de Renán que se hallaba sobre su mesa y lo abrió por la página señalada: “Para obrar de acuerdo a este mundo, -lo leyó-, hay que morir dentro de uno mismo. El hombre no está en este mundo para ser feliz ni honrado, está en él para realizar grandes cosas para la humanidad, para alcanzar la nobleza y sobreponerse a la vulgaridad del ambiente en que se desarrolló la existencia de la mayoría de los individuos.”
Fragmento del libro Anhelo de vivir: La vida de Vincent van Gogh
-Quiero lo mejor que tienen ustedes en el negocio –dijo-. No se preocupe por el gasto… Aquí tiene las dimensiones de las habitaciones. En el comedor hay dos paneles de cincuenta pies… Luego, en la gran sala…
Durante la mayor parte de la tarde estuvo tratando de venderle algunos grabados de Rembrandt, una excelente reproducción de los canales de Venecia de Turner, algunas litografías de cuadros de Thys Maris, y otras de Corot y Daubigny. La señora demostraba pésimo gusto y desechaba todo lo que se le presentaba de valor. A medida que pasaban las horas, Vincent se exasperaba más y más a esa mujer como el prototipo de ordinariez.
-Bien –exclamó por fin la señora satisfecha-. Creo que hice una magnifica elección.
-Si usted hubiera elegido con los ojos cerrados, posiblemente no hubiera podido elegir peor –comentó Vincent sin poder contenerse.
La mujer se puso de pie ofendida y mirándolo de arriba abajo exclamó:
-Usted… ¡usted no es más que un tosco campesino!
Y salió como si le hubiesen infligido el peor de los ultrajes.
El señor Obach estaba desesperado.
-¡Pero Vincent! –exclamó-. ¿Qué le pasa a usted? ¡Arruinó la mejor venta de la semana e insultó a esa mujer!
-Señor Obach –repuso el joven-, ¿quiere contestarme a una pregunta?
-¿Y bien? Pregúnteme lo que quiera… Yo también tengo algunas cosas que preguntarle.
Vincent señaló los cuadros elegidos por la clienta.
-Pues bien… ¿Cómo puede justificarse un hombre que pierde su única vida vendiendo cuadros horribles a gente estúpida?
Obach no trató siquiera de contestar.
-Si sigue así –dijo- tendré que escribirle a su tío que lo transfiera a otro lado. No puedo permitirle que arruine mi negocio.
-¿Cómo es posible ganar tanto dinero vendiendo cosas tan feas, señor Obach? Y ¿por qué solamente la gente que no sabe reconocer una tela auténtica de un mamarracho tiene dinero para comprar? ¿Será porque su dinero los ha tornado insensibles a la belleza? ¿Y por qué los pobres que son capaces de apreciar una obra de arte ni siquiera poseen un centavo para comprarse una reproducción?
Obach elevó la vista extrañado.
-¿Eso es socialismo? ¿O qué es?
Cuando el joven llegó a su cuarto, tomó un volumen de Renán que se hallaba sobre su mesa y lo abrió por la página señalada: “Para obrar de acuerdo a este mundo, -lo leyó-, hay que morir dentro de uno mismo. El hombre no está en este mundo para ser feliz ni honrado, está en él para realizar grandes cosas para la humanidad, para alcanzar la nobleza y sobreponerse a la vulgaridad del ambiente en que se desarrolló la existencia de la mayoría de los individuos.”
Fragmento del libro Anhelo de vivir: La vida de Vincent van Gogh
jueves, 2 de junio de 2011
Fragmento #2 Luz del mundo - Peter Seewald
Con su viaje a África en marzo de 2009 la política del Vaticano en relación con el sida quedó una vez más en la mira de los medios. El veinticinco por ciento de los enfermos de sida del mundo entero son tratados actualmente en instituciones católicas. En algunos países, como por ejemplo en Lesoto, son mucho más del cuarenta por ciento. Usted declaró en África que la doctrina tradicional de la Iglesia ha demostrado ser un camino seguro para detener la expansión del VIH. Los críticos, también de las filas de la Iglesia, oponen a eso que es una locura prohibir a una población amenazada por el sida la utilización de preservativos.
El viaje a África fue totalmente desplazado en el ámbito de las publicaciones por una sola frase. Me habían preguntado por qué la Iglesia católica asume una posición irrealista e ineficaz en la cuestión del sida. En vista de ello me sentí realmente desafiado, pues la Iglesia hace más que todos los demás. Y sigo sosteniéndolo. Porque ella es la única institución que se encuentra de forma muy cercana y concreta junto a las personas, previniendo, educando, ayudando, aconsejando, acompañando. Porque trata a tantos enfermos de sida, especialmente a niños enfermos de sida, como nadie fuera de ella.
He podido visitar a uno de esos servicios y conversar con los enfermos. Ésa fue la auténtica respuesta: la Iglesia hace más que los demás porque no habla sólo desde la tribuna periodística, sino que ayuda a las hermanas, a los hermanos que se encuentran en el lugar. En esa ocasión no tomé posición en general respecto del problema del preservativo, sino que, solamente, el problema no puede solucionarse con la distribución de preservativos. Deben de darse muchas cosas más. Es preciso estar cerca de los hombres, conducirlos, ayudarles, y eso tantos antes como después de contraer la enfermedad.
Y la realidad es que, siempre que alguien lo requiere, se tienen preservativos a disposición. Pero eso solo no resuelve la cuestión. Deben darse más cosas. Entretanto se ha desarrollado, justamente en el ámbito secular, la llamada teoría ABC, que significa: “Abstinence –Be faithful –Condom!” (Abstinencia –Fidelidad –Preservativo), en la que no se entiende el preservativo como punto de escape cuando los otros dos puntos no son efectivos. Es decir, la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad, y tal banalización es precisamente el origen peligroso de que tantas personas no encuentren ya en la sexualidad la expresión del amor, sino sólo una suerte de droga que se administran a sí mismas. Por eso, la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha por que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana.
Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Pero ésta no es la autentica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH. Tal modalidad ha de consistir realmente en la humanización de la sexualidad.
¿Significa esto que la Iglesia católica no está por principio en contra de la utilización de preservativos?
Es obvio que ella no los ve como una solución real y moral. No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia una sexualidad más humana.
Fragmento del libro Luz del Mundo
El viaje a África fue totalmente desplazado en el ámbito de las publicaciones por una sola frase. Me habían preguntado por qué la Iglesia católica asume una posición irrealista e ineficaz en la cuestión del sida. En vista de ello me sentí realmente desafiado, pues la Iglesia hace más que todos los demás. Y sigo sosteniéndolo. Porque ella es la única institución que se encuentra de forma muy cercana y concreta junto a las personas, previniendo, educando, ayudando, aconsejando, acompañando. Porque trata a tantos enfermos de sida, especialmente a niños enfermos de sida, como nadie fuera de ella.
He podido visitar a uno de esos servicios y conversar con los enfermos. Ésa fue la auténtica respuesta: la Iglesia hace más que los demás porque no habla sólo desde la tribuna periodística, sino que ayuda a las hermanas, a los hermanos que se encuentran en el lugar. En esa ocasión no tomé posición en general respecto del problema del preservativo, sino que, solamente, el problema no puede solucionarse con la distribución de preservativos. Deben de darse muchas cosas más. Es preciso estar cerca de los hombres, conducirlos, ayudarles, y eso tantos antes como después de contraer la enfermedad.
Y la realidad es que, siempre que alguien lo requiere, se tienen preservativos a disposición. Pero eso solo no resuelve la cuestión. Deben darse más cosas. Entretanto se ha desarrollado, justamente en el ámbito secular, la llamada teoría ABC, que significa: “Abstinence –Be faithful –Condom!” (Abstinencia –Fidelidad –Preservativo), en la que no se entiende el preservativo como punto de escape cuando los otros dos puntos no son efectivos. Es decir, la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad, y tal banalización es precisamente el origen peligroso de que tantas personas no encuentren ya en la sexualidad la expresión del amor, sino sólo una suerte de droga que se administran a sí mismas. Por eso, la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha por que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana.
Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Pero ésta no es la autentica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH. Tal modalidad ha de consistir realmente en la humanización de la sexualidad.
¿Significa esto que la Iglesia católica no está por principio en contra de la utilización de preservativos?
Es obvio que ella no los ve como una solución real y moral. No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia una sexualidad más humana.
Fragmento del libro Luz del Mundo
Corazón
Si buscas en la vida
amor sin desengaño
me duele que lo sepas corazón
querer es admitir que tienes que sufrir
Tal vez te has encontrado
con un amor sincero
pero no estés confiado corazón
tarde o temprano llorarás
Existen tantas cosas
en contra de un cariño
la vida es como un niño
que juega por capricho
con nuestro gran dolor
Tu nunca te arrepientas
y quierela aunque sufras
amar es tu destino
por algo Dios te puso
por nombre corazón.
amor sin desengaño
me duele que lo sepas corazón
querer es admitir que tienes que sufrir
Tal vez te has encontrado
con un amor sincero
pero no estés confiado corazón
tarde o temprano llorarás
Existen tantas cosas
en contra de un cariño
la vida es como un niño
que juega por capricho
con nuestro gran dolor
Tu nunca te arrepientas
y quierela aunque sufras
amar es tu destino
por algo Dios te puso
por nombre corazón.
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