Durante el mes de octubre, Vincent tuvo que atender a una imponente matrona con cuello de encaje, tapado de piel y sombrero de terciopelo con plumas que le pidió le enseñase algunos cuadros para su nueva residencia en la ciudad.
-Quiero lo mejor que tienen ustedes en el negocio –dijo-. No se preocupe por el gasto… Aquí tiene las dimensiones de las habitaciones. En el comedor hay dos paneles de cincuenta pies… Luego, en la gran sala…
Durante la mayor parte de la tarde estuvo tratando de venderle algunos grabados de Rembrandt, una excelente reproducción de los canales de Venecia de Turner, algunas litografías de cuadros de Thys Maris, y otras de Corot y Daubigny. La señora demostraba pésimo gusto y desechaba todo lo que se le presentaba de valor. A medida que pasaban las horas, Vincent se exasperaba más y más a esa mujer como el prototipo de ordinariez.
-Bien –exclamó por fin la señora satisfecha-. Creo que hice una magnifica elección.
-Si usted hubiera elegido con los ojos cerrados, posiblemente no hubiera podido elegir peor –comentó Vincent sin poder contenerse.
La mujer se puso de pie ofendida y mirándolo de arriba abajo exclamó:
-Usted… ¡usted no es más que un tosco campesino!
Y salió como si le hubiesen infligido el peor de los ultrajes.
El señor Obach estaba desesperado.
-¡Pero Vincent! –exclamó-. ¿Qué le pasa a usted? ¡Arruinó la mejor venta de la semana e insultó a esa mujer!
-Señor Obach –repuso el joven-, ¿quiere contestarme a una pregunta?
-¿Y bien? Pregúnteme lo que quiera… Yo también tengo algunas cosas que preguntarle.
Vincent señaló los cuadros elegidos por la clienta.
-Pues bien… ¿Cómo puede justificarse un hombre que pierde su única vida vendiendo cuadros horribles a gente estúpida?
Obach no trató siquiera de contestar.
-Si sigue así –dijo- tendré que escribirle a su tío que lo transfiera a otro lado. No puedo permitirle que arruine mi negocio.
-¿Cómo es posible ganar tanto dinero vendiendo cosas tan feas, señor Obach? Y ¿por qué solamente la gente que no sabe reconocer una tela auténtica de un mamarracho tiene dinero para comprar? ¿Será porque su dinero los ha tornado insensibles a la belleza? ¿Y por qué los pobres que son capaces de apreciar una obra de arte ni siquiera poseen un centavo para comprarse una reproducción?
Obach elevó la vista extrañado.
-¿Eso es socialismo? ¿O qué es?
Cuando el joven llegó a su cuarto, tomó un volumen de Renán que se hallaba sobre su mesa y lo abrió por la página señalada: “Para obrar de acuerdo a este mundo, -lo leyó-, hay que morir dentro de uno mismo. El hombre no está en este mundo para ser feliz ni honrado, está en él para realizar grandes cosas para la humanidad, para alcanzar la nobleza y sobreponerse a la vulgaridad del ambiente en que se desarrolló la existencia de la mayoría de los individuos.”
Fragmento del libro Anhelo de vivir: La vida de Vincent van Gogh
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