miércoles, 22 de junio de 2011

Fragmento #3 Luz del mundo - Peeter Seewald

No sabemos cuándo será, pero, conforme al evangelio, sabemos que sucederá. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los ángeles con Él –dice en Mateo-, entonces se sentará en su trono de gloria.” Separará a la humanidad como un pastor separa a las ovejas de los cabritos. A las primeras les dirá: “Venid, benditos de mi Padre: tomad en herencia el reino que para vosotros está preparado desde la creación del mundo”. Y a los otros: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”.
El carácter inequívoco de las advertencias es subrayado por Juan: “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que nadie que crea en mí quede en tinieblas”. Hay muchas otras palabras de juicio semejantes. Esas cosas ¿están pensadas sólo de forma simbólica?

Por supuesto que no. Es un juicio final real el que tendrá lugar. Como un penúltimo juicio, por así decirlo, ese juicio se avecina al hombre siempre ya en la muerte. El gran escenario que esboza sobre todo Mateo 25, con las ovejas y los cabritos, es una parábola de lo inimaginable. No podemos imaginarnos ese proceso inaudito en el que todo el cosmos se halla ante el Señor, la historia entera está ante Él. Tiene que ser expresado en imágenes, en las que podamos barruntarlo. Cómo será esto visualmente escapa a nuestra capacidad de imaginación.
Pero que Él es el Juez, que tendrá lugar un juicio real, que la humanidad será separada y que, entonces, existe también la posibilidad de la perdición, que las cosas no son indiferentes, es muy importante.
Hoy la gente tiende a decir: y bueno, tan mal no se darán las cosas. Al fin y al cabo, es muy difícil que Dios sea así. Pero no, Él nos toma en serio. Y está el hecho de la existencia del mal, que permanece y tiene que ser condenado. En tal sentido, aun con toda la alegre gratitud por el hecho de que Dios es tan bueno y nos da su gracia, deberíamos percibir también e inscribir en nuestro programa de vida la seriedad del mal, el mal que hemos visto en el nazismo y en el comunismo y que vemos también hoy a nuestro alrededor.

Hace 14 años le pregunté si acaso vale todavía la pena subirse a esta nave de la Iglesia, que parece un poco debilitada por la edad. Hoy hay que preguntar si esa nave no se asemeja cada vez más a un arca de Noé. ¿Qué piensa el papa? ¿Podemos salvar todavía este planeta por nuestras propias fuerzas?

De cualquier manera, por sus propias fuerzas el hombre no puede dominar la historia. Que el hombre está amenazado, que se amenaza a sí mismo y amenaza el mundo se hace hoy de algún modo visible a través de las pruebas científicas. Sólo puede ser salvado si en su corazón crecen las fuerzas morales; fuerzas que sólo pueden provenir del encuentro con Dios; fuerzas que ofrecen resistencia. En tal sentido lo necesitamos a Él, al Otro, que nos ayuda a ser lo que nosotros mismos no podemos; y necesitamos a Cristo, que nos reúne en una comunidad a la que llamamos Iglesia.

Fragmento del libro Luz del mundo

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